La presentación del libro La pandemia de COVID-19 en Oaxaca me ha permitido hacer una serie de recorridos por la capital de Oaxaca. En las casas que me han abierto generosamente la puerta, he podido comprobar que al menos en dos de cada diez hogares hay personas diabéticas, muchas de las cuales sufren para controlar su padecimiento porque no siempre tienen acceso a los medicamentos idóneos.
La modificación de los hábitos alimenticios y la práctica del ejercicio es lo primero que tiene que hacer un diabético para controlar sus niveles de azúcar en sangre, pero a veces no basta con ello y es necesario un tratamiento a base de los llamados hipoglucemiantes orales, un grupo heterogéneo de fármacos capaces de reducir la concentración de azúcar en sangre. Son medicamentos que se han estudiado ampliamente desde hace un siglo y siguen desarrollándose compuestos de última generación, altamente eficaces y seguros.
Al médico le toca decidir cuál de estos medicamentos es el más apropiado en cada caso particular, considerando la edad del paciente, si hace o no hace ejercicio, la presencia o no de comorbilidades, como el sobrepeso, la obesidad o la hipertensión arterial, y desde luego el perfil socioeconómico de la familia. Lo que aquí quiero enfatizar es que los hipoglucemiantes orales son altamente eficaces y seguros para luchar contra la pandemia de diabetes que está creciendo entre nosotros, y que como sociedad tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar que ningún diabético oaxaqueño quede excluido de los beneficios que aporta este gran arsenal terapéutico. Por una sociedad cada vez más sana y sin el sufrimiento que la diabetes provoca en nuestros hogares, ¡que viva Oaxaca!